Cuadro de Goya
MARIANO GOYA
Fecha: Aprox. 1813-1815
Técnica: Óleo sobre lienzo. El óleo es una técnica de pintura, en la que se mezclan los pigmentos con aceite.
Dimensiones: 59 x 47 cm
Mariano de Goya aparece aquí retratado por segunda vez y era el nieto de Goya. En este retrato aparenta la edad de siete años por lo que el cuadro está hecho entre 1813 y 1815. Está sentado en una silla, cogiendo un pañuelo y con unas partituras por detrás. Marianito, en este cuadro se ve solo de medio cuerpo, lleva una chaqueta negra, en la que destaca sobre todo el cuello blanco que tiene. Luce un llamativo sombrero de copa negro que marca los llamativos rasgos de su cara, donde destacan sus llamativos ojos negros. Tiene la mano izquierda puesta en la cintura, mientras que la derecha sujeta un papel enrollado que parece que balancea como si fuera una batuta.
La habilidad de Goya para los retratos infantiles ha sido subrayada en varias ocasiones. Esta obra es uno de los más exquisitos que hizo, reflejando con gran naturalidad la viveza y la ternura de su querido nieto.
Francisco José de Goya y Lucientes, nació en Fuendetodos, España en 1746 y murió en Burdeos, Francia en 1828. Fue un pintor y grabador español. Goya fue el artista europeo más importante de su tiempo y el que ejerció mayor influencia en la evolución posterior de la pintura, ya que sus últimas obras se consideran precursoras del impresionismo.
Goya aprendió de su padre el oficio de dorador, pero, decidido a dedicarse a la pintura, por lo tanto se trasladó a Madrid para formarse junto a Francisco Bayeu, con cuya hermana se casó en 1775. Bayeu le proporcionó trabajo en la Real Fábrica de Tapices, para la que realizó sesenta y tres cartones, en su mayor parte con escenas idílicas y de la vida diaria, plasmadas con colores claros y vivos e impregnadas de alegría y romanticismo.
Goya empezó a pintar retratos y obras religiosas que le dieron un gran prestigio, hasta el punto de que en 1785 ingresó en la Academia de San Fernando y en 1789 fue nombrado pintor de corte por Carlos IV. Diez años más tarde, en 1799, pintó para el rey el famoso retrato La familia de Carlos IV, que se considera una de sus obras maestras.
Goya trabajó como retratista no sólo para la familia real, sino también para la aristocracia madrileña, y de hecho entre estos retratos se encuentran algunas de sus obras más valoradas, como La condesa de Chinchón o las famosas La maja vestida y La maja desnuda.
Hacia 1799, el pintor concluyó una de sus grandes series de grabados, Los caprichos, ochenta y dos aguafuertes que constituyen una crítica feroz de la sociedad civil y religiosa de la época.
En 1808, la invasión de España por las tropas napoleónicas colocó al artista en una situación delicada, ya que mantuvo su puesto de pintor de corte con José Bonaparte. Pese a todo, no se privó de plasmar los horrores de la guerra en obras como El 2 de mayo y Los fusilamientos del 3 de mayo, que reflejan los dramáticos acontecimientos de aquellas fechas en Madrid. Además, en los sesenta y seis grabados de Los desastres de la guerra (1810-1814), dio testimonio de las atrocidades cometidas por los dos bandos y acentuó visualmente la crueldad de la guerra como protesta contra ella, lanzada a la posteridad desde la impotencia.
Por haber trabajado para José Bonaparte, el artista cayó en desgracia tras la restauración de Fernando VII, y en 1815 se retiró de la vida pública. En 1819 experimentó una recaída en la misteriosa enfermedad que en 1792 lo había dejado completamente sordo Por todo esto se fue a vivir solo a una casa que tenía en el campo, que la llamaban la Quinta del Sordo.
En esa casa hizo algunas obras oscuras como Pinturas negras, que han contribuido con el paso de los años a la consolidación del reconocimiento del genio de Goya, tanto por su originalidad temática como por su técnica pictórica de pincelada amplia y suelta. El pintor se trasladó en 1824 a Burdeos, donde residió hasta su muerte sin dejar de pintar o hacer grabados.
Cuando Goya pintó a su nieto estaban en plena Guerra de la Independencia, cuando la vida en Madrid solo ofrecía hambre, dolor y desolación y cada vez que Goya miraba a su nieto pensaba en un futuro mejor. Por eso y porque como lo quería muchísimo quiso pintarlo y cuando tenía todos los materiales para poder hacerlo se dispuso a pintarlo y lo pintó rodeado de partituras y con un pañuelo en la mano como si fuera una batuta, porque la afición de su nieto era la música.
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